Cada año, en la madrugada silenciosa de Abarán, se repite una tradición que trasciende el tiempo y une a generaciones enteras en un acto de profunda espiritualidad: la Procesión de los Penitentes. Desde hace más de cuatro siglos, este solemne recorrido se convierte en un espacio de reflexión, en el que el silencio, la oración y el sacrificio personal se entrelazan en una manifestación de fe arraigada en la identidad del pueblo.
La escena se desarrolla entre la penumbra de la noche y el resplandor de los faroles que iluminan el estandarte de la procesión. El eco ronco de los tambores acompaña a los fieles en su caminar, mientras el trono con la imagen de Cristo es llevado con esfuerzo por los costaleros, en una muestra de devoción y entrega. Las estaciones del Vía Crucis resuenan con cada paso, recordando el sufrimiento y la pasión de Cristo, y fortaleciendo el vínculo de los participantes con su fe.
El momento culminante llega en la iglesia, cuando los fieles, agotados pero plenos de emoción, se dispersan con la certeza de haber cumplido con una tradición que va más allá del rito: es una forma de vida, un legado espiritual que se renueva cada año. La procesión termina, pero la esencia de su mensaje permanece en cada corazón, recordando que, tras la noche más larga, siempre amanece un nuevo Viernes Santo, siempre nuevo y siempre repetido.
El programa de Álvaro Carpena de esta semana nos invita a sumergirnos en la esencia de la Semana Santa abaranera, a vivir con intensidad el significado de la penitencia y a reflexionar sobre la trascendencia de una tradición que sigue viva, desafiando el paso del tiempo. Una oportunidad para sentir, recordar y mantener vivo el espíritu de la fe.
Vídeo del programa:
