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Álvaro Carpena Méndez pregona la Semana Santa de Abarán

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Álvaro Carpena Méndez, fue el encargado de dar el pistoletazo de salida a la Semana Santa de Abarán de 2023 con la lectura del pregón que acogió el mediodía de este domingo, 26 de marzo, la iglesia de los patronos San Cosme y San Damián, organizado por la Junta de Hermandades y Cofradías Pasionarias de Abarán, un acto que estuvo conducido por Zaida Vázquez.

El flamante pregonero, hizo un repaso por todo lo que significa para él esta semana de pasión, para posteriormente emprender un recorrido por todas las procesiones que se celebran desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección. Sus palabras resonaron con aplomo en la iglesia de La Ermita y estuvieron cargadas de pasión, reivindicación, admiración y agradecimiento.

«Pero en este anuncio y atendiendo a que una imagen vale más que mil palabras, puede que piensen que como un grito pegado a la pared, baste el magnífico cartel de Jesús de la Cruz Montiel para recordarnos que durante estos días, hemos de acompañar a Cristo hasta su resurrección», señaló Álvaro.

Para terminar su intervención, que fue correspondida por los presentes con una larga ovación, que abarrotaban el templo de la Ermita, este «Semanasantero» de pro, lo hizo en estos términos:

Abaraneros, abaraneras, nazarenos, nazarenas ¡Despierten!

Despierten para descubrir cómo ondean las aguas al fondo del pozo de la Samaritana con el bullicio de nuestro pueblo.

Aprovechen la estrechez de nuestras calles para sentir la cercanía de un Cristo vestido de Silencio.

Saboréen cómo la oración es caramelo, redoble, mirada y llanto de corneta.

¡Sean testigos sobre cómo despiertan las palomas bajo el manto de la Virgen!

¡Que de cada corazón nazca un nazareno!

¡Abaraneros! ¡Abaraneras! ¡A las calles! ¡Las calles nazarenas!

Posteriormente el presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías Pasionarias de Abarán, Francisco J. Victorio, le hizo entrega de una placa conmemorativa y le impuso el pin de esta Junta.

Jesús Gómez, también distinguió al pregonero con el pin del Ayuntamiento.

El acto lo cerró el alcalde de Abarán, quien ensalzó la figura de Álvaro Carpena, del que dijo había ofrecido un pregón imresionante. Igualmente, reconoció el esfuerzo que realizan todas y cada una de las hermandades para continuar con esta tradición.

Vídeo del acto:

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PREGÓN DE ÁLVARO CARPENA

Abarán ¡Un trozo de cielo sembrado en la tierra!

¿Cómo no iba a hablar sobre tí?

       Formas parte de nuestra existencia.

Has sigo testigo de nuestro nacimiento, nos conoces desde niños. Nos hemos  criado en tus calles, parques y plazas.

El paisaje que atesoras, engrandece la historia de nuestra existencia.

Entre palmerales y muros de argamasa, pareces un trozo de Nazaret regada por el Río Segura. 

 Incluso, tu lenguaje, encierra el árbol genealógico de aquellas generaciones que nos han traído a la vida.

Tus cabezos han sido allanados por medio de terrazas, habiendo servido, una sencilla cruz de madera bajo un recoleto pórtico de adobe, para alejar la superstición en  las mismas puertas de entrada del Valle de Ricote.

Elevando las aguas, humillando los brazos a la tierra, exportando tus frutos, convirtiendo barrancos en calles y envejeciendo tus desfiles procesionales, nos has demostrado, los caminos que llevaron a nuestros antepasados a convertirse en personas.

Desde entonces, te vengo cuidando y tú, me has revelado parte de los ancestrales secretos que tan celosamente guardabas.

Mi querida Villa de Abarán. Tú que fuiste fundada por familias de Hellín tras la expulsión de los moriscos, has sido cultivada, transformada e incluso, olvidada, por quienes hoy viven sobre tí.

Bajo la Orden de Santiago y tras sufrir una gran despoblación, te hiciste fuerte convirtiéndote al cristianismo.

Pero hoy, coincidiendo con el 60º aniversario del grupo escultórico del Descendimiento, la llegada del Cristo Yacente de José Planes y una nueva Verónica, te brindo este Pregón, para que las generaciones futuras jamás confundan con leyendas del Ayer, la peculiaridad, con la que al ritmo de nuestra propia vida, seguimos dando sentido a los tesoros que fruto de la fe, hoy, hoy siguen haciéndote única.

saludo

D. Felipe Tomás Valero (Consiliario de esta JHCP y párroco de San Juan Bautista).

D. Miguel Ángel Saorín Rodríguez (Párroco de San Pablo).

Delegación de Hermandades y Cofradías de esta Diócesis.

Sr. Presidente y miembros de la Junta de Hermandades.

Claudia Delgado Montiel (Pregonera de este tiempo de Cuaresma).

D. Juan Carlos Molina Carrillo (Pregonero de la pasada Semana Santa).

Señor D. Jesús Morote Marín “El Bendito” (Nazareno de Honor de este año).

Amigo José Ángel Martínez Blasco (nazareno todo el año y de Honor en 2022).

Jesús de la Cruz Ruíz Montiel: autor del cartel anunciador de esta Semana Santa.

Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal.

Autoridades y Sede Permanente de la UMU.

Abaraneros y abaraneras. Nazarenos y nazarenas.

Oyentes de Radio Abarán, seguidores de Abarán día a día y televidentes de Fibranet, quienes podrán seguir este acto aquí y más allá de la Garita.

¡a las calles nazarenas!

Buenos días y antes de todo, agradecer su presencia ante este balcón de madera donde tantas veces y con estilos totalmente distintos, quien ha tenido el honor de pregonar la Semana Santa abaranera, de una u otra forma, siempre ha conseguido transmitir el color y, hasta el sabor, de nuestros desfiles de Pasión, Muerte y Resurrección.

Una vez más el anuncio parece simple: en esta nueva primavera y en concreto, el próximo domingo, ustedes volverán a acompañar triunfalmente a Jesús ensalzando su humildad con palmas y ramas de olivo.

Sin embargo, al día siguiente, esas mismas miradas de aclamación desembocarán en una violenta turba entre la cual y a la pregunta ¿A quién buscáis? solo habrá una respuesta: a Jesús de Nazaret.

Será entonces cuando, huyendo de amplios espacios cuya holgura sirviera inicialmente para engrandecer momentos de encuentro, esta vez y en la búsqueda de la vivencia íntima y personal; entre desniveles, estrecheces y muros, las calles abaraneras se conviertan en un austero Calvario de paso balanceado y rezo apretado, a lo largo del cual, Jesús volverá a ser crucificado forjándonos al ritmo de esa fe transformada en cultura a través de tan esperada tradición, como un pueblo con alma.

Hasta entonces, coincidiendo con estos últimos días de Cuaresma en los que el gallo de esta veleta cuenta atardeceres para anunciar tambores a lo lejos, vengo a unirles a la llamada para que pronto, encerrados en almas de tela y al ritmo de la cera, nazarenos y nazarenas rediman penitencias de caramelo.

¡Vengo a anunciarles que Abarán será envuelto bajo el abrazo de un manto de esperanza!

¡Que el incienso ensanchará nuestras calles y el reflejo de la luz de las velas empañará los cristales!

¡Que sólo en este rincón del Valle el Silencio se convierte en palabra en la madrugada del Viernes Santo!

¡Que antes de un bostezo de sol , nos encontraremos con nosotros mismos en la Procesión de Los Penitentes! Y con ello ¿cuántas veces Abarán habrá despertado entre la noche de los tiempos? ¡cuántas veces!

¡Despierten porque el paño de la Verónica volverá a limpiar nuestra mirada!

¡Prepárense porque en la Procesión del Santo Entierro vuestros párpados no serán reanimados con la dulzura del caramelo y el luto no dependerá de flores vestidas para ello!

 ¡Tengan fe! Pues el ungüento contenido en la capuchina de Santa María Magdalena seguirá embalsamando el recuerdo de aquellos cofrades que habiendo sembrado su túnica, la teja o la mantilla en la tierra, aguardan con la paciencia de nuestras norias el cosquilleo de coloridas palomas que nuevamente serán alzadas al vuelo.

Pero en este anuncio y atendiendo a que una imagen vale más que mil palabras, puede que piensen que como un grito pegado a la pared, baste el magnífico cartel de Jesús de la Cruz Montiel para recordarnos que durante estos días, hemos de acompañar a Cristo hasta su resurrección.

Y es que, de conformarnos solamente con el momento puntual representado en esta composición, lejos de sumar esfuerzos para retirar la pesada losa del Sepulcro, acaso y encerrados por el propio cercamiento geológico que nos rodea, tal y como si del antiguo anda de “La Cama” se tratase, Abarán se mostraría como un claustrofóbico mausoleo custodiado en su cúpula por un desesperanzado ángel pidiendo silencio.

Por dicha razón, han de ser ustedes quienes a través del calor de sus vivencias den voz y color a estos días, para lo cual, he recibido el apasionado encargo de invitarles a que salgan a las calles, que presten túnicas, quien la lleve todo el año que la desempolve de experiencias pasadas ¡porque pertenecieron a otro momento! y sobre todo, que abran balcones y la ventana de sus corazones para que Abarán viva su Semana Santa a través de las diferentes Hermandades, que no son, sino un proyecto de madera y  asfalto sobre lo que deben ser los pies, los brazos y la voz de las imágenes que procesionan.

Así mismo y bajo esta cúpula de media naranja elevada hace setenta años, he de advertirles que en este pregón no hay línea que no haya sido ya escrita por ustedes mismos y que además, entre estos muros, los verdaderos nazarenos son San Cosme y San Damián quienes, impregnando de caridad los diferentes estandartes, nos invitan a que la extendamos por las calles abaraneras.

Así mismo y a vuestra derecha, justo en la parte central, se encuentra San Juan: el sí que fue un auténtico pregonero naciendo de su pluma una escritura tan personal que, asimilándose a la efectuada por un anciano para su propio recuerdo, nos presenta otras dos fortalezas que deben estar presentes en la vida de las Hermandades, como son, el amor hacia los demás y la necesidad de nacer de nuevo.

Por mi parte y en este torpe intento por conseguir lo encomendado, si acaso no alcanzase mi objetivo, al menos, tendré la certeza de haber recurrido a otra fortaleza semanasantera tan necesaria como es la gratitud, siendo ahora, cuando devuelva mi más emotivo agradecimiento a las hermandades de San Juan, San Pedro así como del Descendimiento y la Oración en el Huerto, por tan bellas e inesperadas palabras con las cuales, a finales del pasado mes de noviembre, me proponían ante la Junta de Hermandades como candidato a pregonero.

Por cierto:

¡Gracias papá, por mostrarme en tus brazos, que las palomas salen bajo el manto de la Virgen!

Y es que, alejándonos de nuestro presente y retrocediendo hacia aquellos recuerdos impresos tras la mirada de un niño ¡qué felices éramos ante aquellos preparativos que, anunciando la cercanía de las procesiones, de acuerdo con las sencillas pero acertadas palabras empleadas por el Papa Francisco, nos convertían en callejeros de la fe!

Una ruta que sin adorno alguno y entre un cruce de caminos, tomaba forma frente al soportal de la parroquia de la Garita donde, provisto de un transistor y paciencia, D. Francisco reducía a cenizas las palmas del Domingo de Ramos del año anterior siendo, a la tarde siguiente cuando, ese frío y pálido polvillo impregnaba la frente de fieles recibidos en bandada, pero también, aquel olvidadizo rincón de la memoria asociado a otra visita parroquial, previa la cual, el camino desde el colegio, al menos a mí, se hacía eterno.

¡Y no por la distancia que habíamos de caminar! sino por la incertidumbre percibida bajo un Cristo de Medinaceli al cual en algún momentonos han elevado para besar un pie que, además, Cuaresma tras Cuaresma y fruto de la devoción popular, sin ser conscientes de ello, nos ha convertido en parte del proceso creativo de su escultor D. José Planes pues, con el débil pincel de nuestros besos, seguimos desgastando la policromía de una obra inacabada cuyo sustrato de madera ya se encuentra al descubierto, con lo cual ¡las imágenes no son las mismas cada año como tampoco, las vivencias y menos aún, nuestros desfiles procesionales!

Además, desconozco si era algo compartido por el resto, pero quizás, para despistar mi atención ante esa penetrante mirada que aún en nuestros días no nos deja indiferentes, mi madre decía que tenía que pedir tres deseos, los cuales siempre eran los mismos: que no lloviera en las procesiones, que se pudiera sacar tela de los bajos y mangas de la túnica y a poder ser, que fuésemos muchos en la banda para no perder el paso ante “La Samaritana” o “La Leva”, por aquel entonces, las formaciones más numerosas.

De camino a los ensayos y fruto de la impaciencia o quizás, del simple deseo de practicar, atizábamos nuestros instrumentos, siendo entonces cuando, acompañados por llamadas de atención caídas desde los balcones, ya hubiésemos deseado que las palabras papales de ¡Salgan a la calle y hagan lío! nos hubieran respaldado. 

Pero también, en algún lugar de ese camino llegaría el momento de instalar cajas de fruta huecas de mercancía, pero a su regreso, cargadas de aquello que denominamos recuerdos dándose el caso que, si de una cadena dependía que permanecieran alineadas sobre la acera para ser utilizadas a modo de palco, hoy seguimos amarrados a ellas con el hilo del cariño ante bordillos donde hay vacíos que pesan, pero también, recuerdos que llenan y endulzan como el aire convertido en oración a lo largo del alma de una corneta.

¡Pero disculpen! He dicho corneta  ¡Ese tampoco es su nombre! Para quiénes sean de fuera y esta mañana nos acompañan, aquí se llaman pitos.

Además, en este peculiar rincón del valle no nos referimos a marchas de procesión, sino a canciones que además, no se interpretan, sino que tal y como si fuesen palpables, se tocan.

Por cierto. Los nazarenos son y serán capuruchos no existiendolo de recorrido oficial o Estación de Penitencia pues simplemente, los abaraneros y abaraneras vamos a la Procesión.

Los tronos responden al nombre de andas y si alguien pide un timbal sabemos que está de paso, pues los llamamos bombos.

Al desaparecido botijo y objetos cerámicos fracturados ruidosamente en mil recuerdos en el poyo de la casa  durante la mañana de Domingo de Resurrección, le ha proseguido el estruendo de los tambores hasta romper su parche, algo que no todos llegaríamos a conseguir, como tampoco, aquellos en cuya parte central aparecía un atractivo círculo negro sobre el cual habíamos de tocar.

En su lugar y atraído por la forma circular de aquellas pegatinas repartidas por la Hdad. de la Samaritana, Santa María Magdalena y Santa Cena una lejana mañana de Viernes Santo,en la que además, la calle Doctor Molina se vestiría completamente de corinto, no tendría mejor idea que pegarla en el centro de ese mismo tambor y esperar hasta que  muriera la tarde para salir hacia la Procesión del Santo Entierro.

Lo que sucedería a continuación lo pueden imaginar:

  • ¿Qué haces con ese escudo si es de otra hermandad? a lo que respondería: soy de la Semana Santa de mi pueblo.

Algo que, hasta hoy, sigo cumpliendo y que posiblemente, sea la razón por la cual me encuentro ante ustedes con mayor altura pero con la misma ilusión de aquel niño tímido y asustadizo de seis años cuyo tambor de madera no fue adquirido en una tienda especializada o quizás, en aquel momento y para nosotros sí, tratándose del Quiosco del Bolo, en cuyo toldo se colgaban desde trompetas de plástico hasta cornetas de latón, sin olvidar, un cartel cuyas letras manuscritas contenían el que posiblemente siga siendo nuestro anuncio semanasantero más remoto: “Hay bolsas de caramelos” ¡ese característico elemento que ofrecido en soledad acompañada resta volumen a los bolsillos y aumenta el peso del alma!

¿Comprenden ahora cómo disfrutábamos callejeando con tan poco?

Y es que, los abaraneros y abaraneras somos personas sencillas e incluso apasionadas que quizás, por nuestras raíces, hemos aprendido a mimar, vivir y valorar intensamente lo que en ocasiones pueda parecer extraño y hasta insignificante.

Y así sucedería con Juan Marín Marín “El Lejías” ante sus propios vecinos del barrio de La Solana cuando, encontrándose camino de su casa y siendo informado sobre cómo ésta se encontraba ardiendo, mientras su esposa lloraba en el portal por haberlo perdido todo, ya junto a ella, y mirando hacia la fachada, tan solo añadiría siete palabras: ¡Y la túnica de los albañiles dentro! Encontramos en este último matiz cómo la pasión no es independiente del ser pues, por razones invisibles a los ojos y que solo la fe entiende, se puede pertenecer a una o varias hermandades, sentir mayor o menor complicidad hacia una determinada imagen de forma independiente a su valor artístico e incluso, ya sea en soledad o en compañía, hacer de detalles imperceptibles momentos únicos pero, como saben:

 Son escasas las ocasiones en las que la individualidad y cabezonería abaranera se transforman en un esfuerzo colectivo siendo, uno de ellos, nuestra Semana Santa cuando, lejos de convertirnos en depositarios de una tradición heredada, a su vez, por nuestros antepasados, hemos aprendido a revivirla dándole una forma nueva en cada primavera, para lo cual, debemos seguir desprendiéndonos de túnicas de rico terciopelo desnudas de caridad, ¡qué decir de rumbosos fajines que oprimen el alma y pesadas medallas huecas en el corazón!; o sugerentes imágenes de caprichosa factura huérfanas de oración, e incluso, excelsos protagonismos y sentimientos de propiedad que no hacen sino romper la vida en hermandad.

¡No tengan miedo de romper con fe y caridad los vacíos donde no alcanza lo material! ¡Nuestros antepasados callejearon con bien poco, e incluso, bajo andas destartaladas amortiguadas sobre alpargatas, y en este momento, como observan, estamos reunidos para dar comienzo a una nueva Semana Santa!

Pero tras estas pinceladas y, sabiendo que algunos de ustedes no son de esta tierra, sirviéndome de algo igualmente tan efímero como es el eco de estas paredes, voy a describir la forma de la Pasión por las calles abaraneras:

¡a las calles nazarenas!

“No la encontrarán en el oro, ni en aromática madera de cedro. Comienza tras el anda del “Niñico”,  marcando el camino al Nazareno.

        Representada con una sierra o elevada con andamios al cielo, también se viste de palma, bajo un domingo de saludo y otro, de encuentro.

        Contienes Amargura, Soledad, Dolor, arrepentimiento, y palabras de sed, ante un pozo, cuyo interior sigue siendo un misterio.

        Estás en San Juan y su índice hacia  un mundo nuevo, en la teja, la mantilla y promesas disparadas al cielo.

        En ruidosas calles o ensordecidas de Silencio, en el rezo de las estaciones o quienes diariamente arrastran cruces con esfuerzo.

Presente en el desfile infantil o la visita Nazarena, alegras los corazones en quienes la vida se aleja.

Cobras forma en la Hora Santa frente al Monumento y un coro calmando Dolores frente a un Cristo en la Cama durmiendo.

Te encuentras en los traslados, el Viacrucis y sus rezos, en los pies del Medinaceli cuando aún no llegamos al suelo.

Rebosas en guisos de Cuaresma y las bolsas de caramelos, en quien se echa kilos encima para dar de comer al hambriento.

         Presente en los claveles, el espino y azaleas, también en costureras, que punto a punto van y con paciencia te despiertan.

        Estás en el recuerdo de quienes te sirvieron con velas, cuidando de tu corona, sentadas entre la luz de las estrellas.

También, en aquellos siervos que caminaron bajo  tu manto, sujeto desde el cielo en sus extremos, por Rafael, Pepe Gallego, Morcillo y entre otros, el Cano.

¡Y así de sencilla es, la Pasión en nuestro pueblo! Dibujando su rostro, simples palomas al vuelo.

Porque eres impaciencia, reencuentro y Esperanza, no pesando la espera, sino llevarte todo el año sin poder saber cuál será tu cara …

Enderezar almohadillas, esquivar canalones, preparar rosarios, controlar resbalones.

Planchar túnicas, limpiar zapatos, alinear filas, coger a pequeños de las manos.

Retirar cera, envolver bronces, no guardar la túnica, esperar nuevas reuniones.

Subir cuestas, caminar en llano, desnivelarse entre adoquines ¡anunciar con el llamador el paso! (pom-pom).

 Semana Santa de Abarán, estás viva todo el año, formas parte de nuestro paisaje no siendo solo recuerdos entre  barro.

Fuiste, eres, te haces, estás, serás ¡te vas!:

¡Porque eres, ceniza transformada en flor, ante el manto de un pueblo resucitado!”

“camino del calvario”

Y es que, construida esta Pasión a la medida exacta de sus calles y la fe de nuestras gentes, al carácter abaranero dirigido en la representación del “Prendimiento y la Bocina”, pronto se sucederá el acompañamiento espontáneo de fieles tras el Cristo de Medinaceli y la Virgen de la Esperanza:

 Momento desde el cual, las gotas de cera darán forma y volumen a la tinta de los evangelios entre un paisaje procesional que, acompañado por inadvertidas alegorías alusivas al pasado que forjó la identidad de nuestro pueblo, poco a poco, irá haciéndose presente en detalles tan dispares como:

 Las escaleras bordadas en las túnicas, uniformes y estandarte del Descendimiento, cuyo gremio de la albañilería y, como si de un andamio se tratase, construiría dicha hermandad desde el corazón, no siendo casual que  su primer escudo tuviera dicha forma.

 O los albaricoques tempranos sobre el pozo de la Samaritana tal y como si el visionario empresario D. Nicolás Gómez Tornero (quien fuera presidente de dicha hermandad y constructor de este templo) los siguiera colocando en el mejor escaparate.

E incluso, una sierra en el estandarte, a un lateral de las andas y a modo de travesaño de la cruz, como se aprecia en la Hermandad de la Verónica, tan ligada a la fábrica de envases de madera de José Templado, sin olvidar, las litografías de algunas cajas que, soportando el peso del tiempo y de los propios espectadores, dan fe de un pasado conservero, exportador e incluso farmacéutico.

Bajo dicho ambiente, habrá quien ya no participe con su presencia desde el portal, tras la ventana o, desde aquel balcón década a década mimosamente engalanado a la abaranera, precisándose para ello, no más que una tela blanca y trasnochada amarrada en los barrotes y una palma que, bendecida Domingo de Ramos, en algún momento de dicha procesión va a ser despojada de pequeñas ramas para ofrecerlas a enfermos, ancianos y niños, sembrando durante el recorrido con tan sencillo gesto, los desfiles del mañana.

Pero ante el vacío siempre habrá esperanza, encargándose los más pequeños durante la mañana de Jueves Santo en la Residencia, cuando, sin ser conscientes de ello, trasladan a nuestros mayores ante una perspectiva única que no es posible disfrutar a pie de calle y ni mucho menos, desde lo alto: me estoy refiriendo a la verdadera forma de la Pasión pues:

“De los que son como ellos, es el reino de Dios” Para entonces, todo habrá pasado tan deprisa que habiendo quedado atrás la anecdótica duda sobre qué lado de la acera ocupar para ver pasar “La Burrica” sin que ésta vez nos dé la espalda, lejos de la explosión sensorial de los días anteriores y tras la procesión de la Santa Cena, la ausencia de estímulos ante el Monumento constituirá la antesala perfecta donde, a modo de refugio sensorial y hasta la media  noche, acaso y a base de oración, se esté bordando el mejor estandarte para la “Procesión del Silencio”:

“vestido de silencio”

“Convocados a media noche, bajo tibia luna de primavera, Abarán queda a oscuras, el Silencio se hace en las puertas.

Ya no queda sitio para el tambor, ni el lloro de la corneta. No se escuchan voces de niños, no hay rojo clavel, tampoco peineta. Solo, desde algún balcón, nace alguna que otra saeta.

Enmudecidas bajo el campanario, dos filas te acompañan con velas. Nacidas de las alforjas en la Noche del Niño, el Silencio se interrumpe por lágrimas de cera. 

Preceden al mismo, nazarenos y alguna que otra promesa, no mirando el Cristo a un lugar concreto, estemos, tras la ventana, o de pie sobre la acera.

¿Qué escondes mi Cristo? ¡Siguen sin saberlo quienes te llevan! Bajo  tus pies 32 almas, y un único crujido dando vida a la madera.

Te muestras sencillo Señor ¡lo eres, como la Pasión abaranera! sumando cinco golpes sordos el toque que te balancea.

¡Silencio!

¡Silencio!

En Sor Luisa de Velasco, por tan castiza calleja, palpando el astil de tu cruz, un trozo de cielo queda clavado en la tierra.

Y ante la reja más antigua del pueblo, sigues abriendo carrera, nivelando corazones, apretados de madrugada bajo la madera.

Al fondo la Placeta de Hellín, recoleta toda ella, si de mañana lucía geranios, ahora, el silencio rellena sus grietas.

Y atrás, ha quedado lo angosto, lo más estrecho  del recorrido, el incienso, sale del callejón ¡ensancha al Silencio su camino!

Frente el Ayuntamiento, vecinos y visitantes quedan enmudecidos, pues tus manos Señor no están clavadas, se abren en abrazos durante el camino. 

El llamador suena sobre los hombros, listos, para cargar la madera. La procesión, ahora más numerosa, suma fieles desde las aceras.

¿Dónde están las flores coloridas y perfumadas? Para el pie de la Cruz y entre la nada, Jesús Morote “El Bendito” fue a cortarlas.

¿Qué escondes mi Cristo? ¡Siguen sin saberlo quienes te rezan! Bajo  tus pies ahora todo el pueblo, y un único crujido dando vida a la madera.

Preceden al mismo, nazarenos y alguna que otra promesa, no mirando el Cristo a un lugar concreto, estemos, tras la ventana, o de pie sobre la acera.

Pero continuemos acompañando, sigamos el preciado motivo, pues si de día fuimos alguien, ahora nos hemos encontrado con nosotros mismos.

Y así de sencilla; despojada de oro y terciopelo, es la del Cristo: vestido por el pueblo de Silencio”

“De la sombra a la luz”

Tras ésta y convocados por la cuarta campanada de la madrugada, acompañados por el sonido de nuestros pasos y el rezo del rosario entre octavillas que posiblemente no hayan variado desde el siglo XVII, tomará parte la “Procesión de Penitentes” siendo, a la mañana siguiente durante la Procesión de “Los Pasos” cuando, esta vez y si el estado de atención y descanso lo permiten, apreciarán multitud de detalles que haciéndonos únicos, posiblemente hasta hoy, hayan pasado desapercibidos incluso para los más curiosos.

Es el caso de la tez morena, zafia y burlesca de un sayón de dientes accidentados y pasado aparentemente difícil cuyos ojos azules parecen realzar la inocencia del Cristo que azota o, un San Pedro a tamaño natural cuyo secreto artístico reside en la fuerza reflejada por José Planes en unos puños contraídos hacia el pecho pues, de haberse recurrido al clásico y extendido recurso de la lágrima fácil, en aquella búsqueda hacía un mundo nuevo de la cual hablábamos, no estaríamos contemplando a un hombre arrepentido, sino derrotado.

¡Y qué decir de la tensa respiración marcada entre las costillas del Ecce-Homo reinando con una caña! Sin obviar, la inclinación hacia la izquierda de un Cristo que frente la Verónica convierte en Cirineos a los fieles que se encuentran sentados en el mismo lado de la acera.

Además, contrastando con el cántaro dorado de una mujer samaritana, entre el realismo de un Cristo clavado por sus muñecas y el Dolor de un puñal hundido en el pecho, brotará la mirada de  un San Juan que, extraída sobre madera de olivo, volverá a invitarles a que no queden dormidos tras las delgadas, enraizadas y expresivas manos de Nuestro Padre Jesús, cuyos secretos nacidos de la gubia de Gregorio Molera en el murciano barrio de San Antolín allá en 1944, han de ser descubiertos por ustedes y a poder ser, no antes del medio día.

Pero también y más allá de lo palpable, de la luz y el volumen, será en dicha mañana cuando, si se encuentran junto a la persona adecuada, saborearán un tesoro inmaterial que, deformado a lo largo del tiempo por la tradición oral y, conservado en forma de retahílas, al paso de algunas imágenes puede que suene tal que así:

“Samaritana”

A Samaría caminaba,

antes de llegar al poblado,

la calor le fatigaba.

Fatigado de calor,

por descansar se sentaba,

hacia el Pozo de Jacob.

¡Ya se ve venir,

a la misma que esperaba,

con el cántaro en la mano,

que es la Samaritana.

Fue al pozo y lo llenó,

y a la ciudad retornaba,

entonces dijo el Señor,

¡aguárdame Samaritana!

Dáme del cántaro ¡Por Dios!

que beba un poco de agua,

¡Que yo el premio te daré!

¡y otro, de mayor importancia!

Pues, si tanta virtud tiene,

tome Señor de esta agua.

¡Corre y ven con tu marido

en compaña!

Señor ¡Si no tengo marido!

¡ni soy moza ni estoy casada!

Y dijo el Señor:

¡Con siete canales que tienes,

 dando agua en Samaria! y hoy,

¿sin ninguno te hayas?

¡Eres Profeta Señor, mis pecados declaro!

¡No soy Profeta Señora, vengo de Vega más alta!

Soy hijo de Padre Eterno y vengo a salvar tu alma.

La pecadora volvió de espaldas,

recordémosla ante el mundo como “La Samaritana”

“tan único y tan nuestro”

Reunidos horas más tarde ante la “Procesión del Santo Entierro” y acompañados  del emblema “Por tí todos volverán a la vida”, aquella pasión que comenzaba a tomar forma durante la noche del Martes Santo terminará desembocado en una austera pero cuidada decoración floral, toques ensordinados, composiciones reservadas para la ocasión y ausencia de caramelos, todas las anteriores, peculiares manifestaciones de recogimiento culminadas con la puesta en pie al paso de un Cristo Yacente que ya, al comienzo de la procesión, será descendido de la cruz, para ser depositado en el regazo de una Virgen de la Piedad, cuyas lágrimas nacerían en el laboratorio farmacéutico HORTEL durante el proceso de sellado  de ampollas con sopletes de acetileno.

Pero acaso, si todavía no he conseguido transmitirles que nuestra Semana Santa es única, antigua y nueva, por las vivencias que nacen cada año, el mejor ejemplo para vivirla como siempre y a poder ser, como nunca, lo encontrarán en la tarde de Sábado Gloria cuando rompiendo sus protagonistas el artificial concepto de “fila” para aglutinarse espontáneamente en grupos, al tiempo de practicar caridad desprendiéndose de caramelos, cuidarsemutuamente como futuro pilar en hermandad, e incluso, participar en su primera catequesis, los más pequeños nos invitan a reflexionar no sólo sobre cómo les estamos transmitiendo nuestra fe, sino también, cómo estamos cultivando el amor hacia su tierra dependiendo, de nosotros, que se conviertan o no en lo que personalmente denomino cofrades de cristal en alusión a quienes nacen Miércoles de Ceniza y contradictoriamente, se rompen cuando pasa Domingo de Resurrección.

¡Y permítanme que haya obviado a propósito lo de Procesión Infantil! Les decía a comienzos de este pregón, que los abaraneros y abaraneras, tan solo vamos a la procesión y a poder ser, con la mirada y la ilusión de un niño.

¡Palomas … siempre palomas!

Pero hablando de niños, dejen de escucharme y bajen de aquellos brazos que una vez, en el pasado, les acercó a los pies del Cristo de Medinaceli.

¡Comencemos de nuevo la caminata, esta vez, hacia la Plaza Vieja!

Y presten atención ¡miren conmigo! pues las andas de San Pedro están en la puerta del Ayuntamiento y sus anderos, como antaño y sobre sus propios pasos, han trazado una cruz en el suelo.

Aquí, a vuestra derecha, ya no hay un ángel pidiendo silencio, sino el rostro de un resucitado que comienza a salir por el callejón del Ayuntamiento.

A vuestra izquierda, tampoco hay una Dolorosa, se trata de la Virgen del Amor Hermoso a la que  San Juan ya le ha brindado una reverencia.

Por mi parte, no se asusten pues me voy a perder entre la multitud. Les suelto de la mano para dejarles en el lugar exacto donde entre dos miradas y con vuestra presencia cobrará sentido lo que tiene que suceder pues, ahora, deben ser ustedes quienes, además de añadir qué le ha faltado a este pregón, salgan a la calle para que Abarán viva su Semana Santa.

¡No dejen de buscar al Niño Jesús al comienzo de nuestras procesiones y estiren con fuerza para retirar el manto estrellado de la Virgen!

Y sobre todo no olviden, que también, durante el resto del año, somos un pueblo con alma.

Abaraneros, abaraneras, nazarenos, nazarenas ¡Despierten!

Despierten para descubrir cómo ondean las aguas al fondo del pozo de la Samaritana con el bullicio de nuestro pueblo.

Aprovechen la estrechez de nuestras calles para sentir la cercanía de un Cristo vestido de Silencio.

Saboréen cómo la oración es caramelo, redoble, mirada y llanto de corneta.

¡Sean testigos sobre cómo despiertan las palomas bajo el manto de la Virgen!

¡Que de cada corazón nazca un nazareno!

¡Abaraneros! ¡Abaraneras! ¡A las calles! ¡Las calles nazarenas!

Abarán, 26 de marzo de 2023

Álvaro Carpena Méndez

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