Siempre he oído decir entre los que se dedican a la cosa pública que la mayor satisfacción que se puede tener en la política es ser alcalde del pueblo donde uno ha nacido, mucho más que un alto cargo a otros niveles.
Pues esa es una de las satisfacciones que ha podido experimentar en su vida no demasiado larga nuestro paisano Basilio Gómez pues durante cuatro años, desde 1999 hasta 2003, ocupó el primer sillón municipal, no sin antes haber sido concejal y primer teniente de alcalde, por lo que tuvo una dilatada vida política en el ámbito municipal que luego continuó durante un corto espacio de tiempo en la Comunidad Autónoma ocupando una Dirección General, cargo truncado por una enfermedad que ha venido arrastrando con entereza en los últimos años.
Pero, junto a esa satisfacción y sano orgullo que a nivel personal sintió Basilio Gómez, lo importante en él y en cualquiera que nos dice adiós para siempre, es la huella que deja tras su muerte, el ejemplo que podemos extraer de su desenvolvimiento en el siempre complicado y turbulento mundo de la política.
Y, hoy, en unos tiempos en los que la crispación se ha adueñado del ambiente político a todos los niveles, en los que el enfrentamiento llega a límites realmente vergonzosos y vergonzantes, en los que contemplamos un espectáculo nada edificante entre los que deberían ser ejemplo para la ciudadanía, en los que la palabra “polarización” fue elegida como palabra de moda el pasado año, nuestro paisano nos deja un ejemplo de prudencia, de tolerancia, de elegancia y de saber estar en la política.
Sin duda que, en el amplio espacio de tiempo, en que tuvo responsabilidades púbicas, tendría momentos de desacuerdo, de incomprensión, de dificultades de todo tipo, pero, al menos en público y de cara a los ciudadanos a los que servía , sus reacciones y su comportamiento estuvieron marcados por la buena educación, por las buenas formas, por el buen talante.
Y ese espíritu y esa forma de conducirse por la vida que siempre tuvo Basilio y que, sin duda, se debió a su formación personal y a lo que vio y vivió en sus padres, están en la raíz de ese aprecio y reconocimiento personal que se ganó en todos los que lo trataron, fueran del signo político que fueran.
La Real Academia Española en una de sus acepciones, define la palabra “caballero” como “hombre que se comporta con distinción, nobleza y generosidad”. Pues, por su trayectoria vital, familiar, social y política, Basilio Gómez bien merece este calificativo.
Descanse en paz
JOSE S. CARRASCO MOLINA
CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA