Dos serían los acontecimientos que en 1947 marcarían la conciencia colectiva de unos vecinos cuyo mes de septiembre no les resultaría indiferente y es que, si a comienzos del mismo daría comienzo el primer curso académico en el Colegio San Pablo, el martes 30 y en la iglesia Parroquial, en el preámbulo de la primera romería de aquellos vecinos hacía la Montaña del Oro, el párroco D. Juan Belmonte Castaño procedería a la bendición de una primera imagen de la Virgen del Oro.
Realizada por el escultor José Lozano Roca y con cierta similitud a la Virgen de la Fuensanta, acaso y bajo las andas sobre las que se alzaba aquella pequeña imagen portada sobre cuatro hombros, el pueblo de Abarán comenzaría su ascenso serrano entre un tortuoso camino hasta desembocar el actual emplazamiento del albergue. A partir del mismo y esta vez a través de una senda emplazada entre peñas, no más que a unos cientos de metros se adivinaría una pequeña y desapercibida ermita.
De pequeñas dimensiones, elevada en 1946 y correspondida actualmente con el espacio de la capilla donde yacen los restos del Hermano Hospitalario Ángel Filemón Carrasco Fernández, tras varias fases de construcción que se sucederían entre largos periodos de interrupción, a comienzos de los noventa y fruto del empeño del sacerdote D. Antonio Yelo Templado, el Santuario de la Virgen del Oro terminaría tomando su forma actual pretendiendo (de acuerdo a su idea original) que en una nueva fase –que todavía no ha cobrado forma- reuniera estancias destinadas al retiro y formación espiritual.
Por su parte y retomando la evolución artística de la imagen de nuestra patrona, habremos de esperar a finales de los cincuenta para que fruto de la influencia en D. Antonio de la historia de Santa María de La Arrixaca (Patrona del Reino de Murcia) y el ambiente de recogimiento percibido en el Monasterio de Nuestra Señora de Monserrat, sin haber alcanzado los treinta años, el joven religioso e inquieto investigador en historia antigua guieal escultor D. José Sánchez Lozano quien, utilizando un rostro atribuido al escultor Roque López (S. XVIII) y la cabeza de un niño de origen desconocido atribuido a la escuela flamenca S. XVII, tras la recomposición efectuada por Francisco Liza Alarcón y decoraciones del escultor de Moratalla Domingo Blázquez Carrasco, nazca la talla que actualmente conocemos, si bien, en 1955 el monje benedictino Jesús Díaz de Tuesta deleitaría a nuestro protagonista con un boceto cuyo elevado coste lo emplazaría al lugar que hoy ocupa en el Museo del Santuario.
Y es que, camino del 80 º aniversario de la colocación de su primera piedra; compactado entre gestos sencillos, coronado por la cúpula del cielo e incensado durante todo el año entre romeros, aquí abajo y entre aromas a un nuevo curso escolar, en estos días el pueblo de Abarán se prepara para serpentear aquel mismo sendero que si bien goza de mayor anchura y distinto pavimento sigue invitándonos a que, lejos del impertinente conformismo, paso a paso conquistemos un proyecto inacabado bajo el que reposan los cimientos de nuestro presente.
¡Viva la Virgen del Oro!
Álvaro Carpena Méndez
Presidente del Centro de Estudios Abaraneros