En las profundidades de una bodega oscura en Abarán, entre antiguos libros y tinajas, apareció un valioso testimonio del pasado: la libreta de Don Tomás Gómez Gómez, primer veterinario del municipio en 1918. Este documento, escrito con tinta que desafió el paso del tiempo, revela un curioso y entrañable aspecto de la vida cotidiana en el siglo XX: el primer censo de burros en Abarán.
Los burros, indispensables en aquella época, eran el equivalente funcional de los automóviles actuales. Esta libreta no solo detalla los nombres de los propietarios y sus apodos, muchos de los cuales aún resuenan en la memoria local, sino también aspectos como el costo de herrarlos o los intercambios no monetarios con el veterinario, que recibía desde vino hasta dulces a cambio de su labor.
El censo de 1920 registró 70 burros, una cifra notable en comparación con otros pueblos del Valle de Ricote, reflejando la relevancia de estos animales en la economía de la región. Este hallazgo nos transporta a un tiempo en que los apodos, los trueques y la conexión entre las personas y sus animales marcaban el pulso de la vida cotidiana.