Una semana después del solemne acto del 6 de diciembre en el Teatro Cervantes, aún conservamos en la memoria el desarrollo de un acto tan emotivo y bien organizado que quedará grabado con letras de oro en la pequeña o gran historia de este pueblo. Un acto que se hizo esperar, aunque, como dice el refrán español, “nunca es tarde si la dicha es buena”.
Se dijeron en ese evento muchos mensajes por parte de los participantes, con el denominador común de la llamada a la concordia y la armonía, de acuerdo con el espíritu de la Constitución.
Pero, de todos ellos, sin duda, el mensaje de Antonio Joaquín Martínez, “Tatines”, caló muy hondo en el público asistente. Y es que, de manera franca y sencilla, basándose en su trayectoria política como jefe de la oposición municipal durante doce años, siendo alcalde Antonio Morte, hizo una extraordinaria alocución de lo que debe ser la política.
Y esa política que él defendía y que él practicó es evidente que está muy lejos de lo que estamos viendo y viviendo hoy, pues el ejemplo que se nos está dando a nivel nacional en las dos Cámaras no puede ser más vergonzoso y vergonzante, con insultos y descalificaciones sin medida, ensuciando lo que debe ser la política, “un arte noble” como lo definió Antonio Joaquín.
Su lema siempre fue “promover la concordia y el diálogo”. Es por ello por lo que, al menos en la política municipal, debe ser una referencia en la dinámica del funcionamiento del consistorio.
Pero hay que reconocer que ese espíritu se ha ido difuminando y en estos tiempos es muy difícil restablecerlo, es muy complicado poner una barrera en la Garita y que no se cuele esa crispación y enfrentamiento que se respira en todos los niveles y que se refleja cada día en los medios de comunicación.
Pero nuestros representantes están obligados a intentarlo y a conseguirlo por el bien del pueblo (y actos como el del día 6 contribuyen a ello), fijándose en aquellas gentes que, con una democracia incipiente, con muchos menos medios y posibilidades, supieron hacer del Ayuntamiento un lugar de debate y contraste de opiniones, pero, al mismo tiempo, supieron dejar las siglas y las ideologías en la puerta de la Casa Consistorial y remar en la misma dirección y prueba de ello es que, siendo Antonio Joaquín jefe de la oposición y de la misma cuerda política que el gobierno regional de ese momento, no dudó en apoyar al alcalde ante el presidente de la Comunidad, entonces Carlos Collado, para conseguir cosas para su pueblo. Y eso le honra, eso y haber contribuido a que las relaciones humanas entre todos los miembros de la Corporación fueran afables y cordiales y prueba de ello es el afecto y el aprecio personal que aún hoy, cuarenta años después, siguen manteniendo.
Aunque oímos siempre el mensaje, en todos los órdenes de la vida, de que hay que mirar hacia adelante y no hacia atrás, en ocasiones sí hay que echar la vista al pasado para imitar todo lo bueno que había en otros tiempos.
“Por mucha distancia ideológica que haya, siempre hay un espacio común” afirmaba el homenajeado, y desde ese espacio se puede hacer mucho por el pueblo, y tanto era este convencimiento que, según afirmó, el 90% de los acuerdos se tomaban por unanimidad.
Nos parece que han pasado siglos de este ambiente político y solo han pasado algo más de cuarenta años, dos generaciones se han sucedido en el tiempo y la realidad actual tiene poco que ver con esa etapa tan ilusionante, tan lejana y tan cercana al mismo tiempo.
Sería casi una utopía pensar que eso puede volver a hacerse realidad, que ese “espíritu de Tatines” se vuelva a imponer en la política, al menos en la local, pero merece la pena intentarlo y quizás no estamos lejos de conseguirlo, pero todos deben poner de su parte, los que gobiernan y la oposición, porque, como él me decía al salir en un ejemplo muy plástico, “en el Ayuntamiento se puede discutir si pintamos un banco en la ermita de verde o de blanco o de azul… pero el banco hay que ponerlo entre todos”.
Ojalá todos estos mensajes que se lanzaron en este histórico acto del 6 de diciembre no caigan en saco roto y comprendamos todos, políticos y ciudadanos de a pie, que no hay ideología más importante que el amor por el pueblo, y que no hay siglas más poderosas que las seis letras que forman el nombre de ABARÁN, tan antiguo, tan profundo, tan nuestro.
JOSE S. CARRASCO MOLINA