Todo lo que hace la Compañía Lírica ‘Amigos de la Zarzuela’ de Abarán lo hace pensando en el público. Por eso, cuando el Ayuntamiento de Cieza le propuso traer al Teatro Capitol ‘La Tabernera del Puerto’, a pesar de las dificultades económicas, sus responsables tuvieron en cuenta a las personas, a los ciezanos. “Yo le dije a la concejala de Cultura que Cieza no podía quedarse sin zarzuela en feria”, explicaba el pasado martes el director de escena, Jesús de la Cruz Montiel ‘Piti’. Mantener viva esta tradición estaba por encima de todo.
A los que han crecido con la zarzuela -la generación de nuestros padres y abuelos- les es muy difícil entender la Feria y Fiestas en honor a San Bartolomé sin ella, y no sólo porque estos días tan señalados así les resulte una existencia sin disfrutar de estas composiciones dramáticas y musicales típicamente españolas, sino porque la soledad se hace más honda cuando les falta la complicidad de una zarzuela en el Capitol: sus territorios pintorescos ensanchándonos el mundo o sus reconocibles espacios permitiéndonos el reconocimiento de nosotros mismos. Cientos de personas cumplieron este martes con la liturgia ciezana de la noche de zarzuela en feria.
¿Cuántas veces se pueden sentir emociones tan intensas como las que nos hizo vivir el plantel de actores de la célebre partitura de Pablo Sorozábal, con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Saw, y la Orquesta Sinfónica del Valle de Ricote bajo la dirección de Víctor Cano? El tiempo que se tardó en verla, dos horas y cuarenta minutos, la gente se entregó a las emociones, que en el género lírico como en otras artes y en la vida, son tan necesarias. Es una obra en tres actos de una musicalidad extraordinaria cuajada de momentos memorables. Los personajes centrales requieren gran exigencia técnica porque tienen delicadas y arriesgadas exigencias vocales.
‘La Tabernera del Puerto’ cuenta además con numerosas sorpresas y cambios de timón que requieren la implicación de todo el reparto. La partitura no es fácil porque exige un amplio reparto de voces. Soprano, tenor lírico, dos barítonos, bajo, tenor cómico y la llamada tiple cómica, convertida en esta ocasión en un chico adolescente, Abel, interpretado con solvencia por Rosarito Sánchez. La soprano Guadalupe Durán exhibió holgura vocal y amplitud de registros en su papel de Marola, el tenor Gonzalo Terán hizo lo propio con Leandro, muy aplaudido en la célebre romanza ‘No puede ser’; y el barítono Antonio Torres encarnó a Juan Guía con una interpretación sólida y matizada, mientras que un pletórico Carlos London se metió en la piel de Simpson.
El Capitol fue el mejor lugar donde dejarse llevar por la historia de Marola. Era cerrar los ojos y sentir el olor del Cantábrico. El aroma a salitre se fundía en lo más profundo del patio de butacas. La ambientación, la iluminación y el alma secuencial de la obra pudo parecerle al espectador ya vistos, pero al tiempo nunca oídos, lo que hizo que la este emblemático título del género musical y teatral consiguiese ese fascinante juego entre lo esperado y lo inesperado. Jesús de la Cruz, uno de los mejores “relojeros” de la escena murciana, y poseedor de una especial habilidad para el juego artístico, consiguió con esta función enardecer a un público entregado que llenaba el recinto.
Y es que dirigió el montaje con tanta sobriedad como brillantez, moviendo ágilmente a los personajes, exprimiendo el humor de la pieza y disponiendo un tapiz de acciones dramáticas muy bien ejecutadas; y pasando con habilidad pasmosa del plano general a la escena íntima, ayudado por la iluminación y la limpia escenografía. El último acto llegó apasionado y muy generoso. Siempre es importante que la obra llegue en alto a ese momento sublime. Entonces, junto a un notable Antonio Torres estuvieron Guadalupe Durán y Gonzalo Terán, ambos con nobleza y apostura. Buena nota también para los figurantes y muy elevada para el conjunto de la interpretación cuya directora coral es Cristina Pons.
También lo mejor de la velada llegó desde el foso con un exquisito acercamiento a la partitura de Sorozábal al frente de una motivada Orquesta Sinfónica del Valle de Ricote que, dirigida por Víctor Cano, brilló con ímpetu musical. Su capacidad para conectar con las emociones humanas estuvo intacta a lo largo de la zarzuela. Cano volvió a encontrar en los intérpretes al aliado perfecto por talento, calidad y compromiso con una obra musical que exige concentración. Aciertos instrumentales y sonoridades muy bien construidas en un esfuerzo por ajustarse a una mayor fuerza dramática y rematar el trabajo con un cierre rotundo. El público aplaudió calurosamente al final de la representación.
Pascual Gómez Yuste.