Es verdad que los pronósticos meteorológicos no eran muy optimistas, que anunciaban un domingo lluvioso con porcentajes del 90% y no era raro, pues había discurrido toda la semana sin apenas caer una gota, algo excepcional en este tiempo en que la entrada de la nueva luna siempre trae “sorpresas” del cielo que truncan ilusiones y proyectos.
Para colmo, el día había amanecido gris y cerca de las diez de la mañana empezaba a chispear, lo cual aumentaba la incertidumbre y se barajaba que, por segundo año consecutivo, nuestra Plaza Vieja no iba a ser la sede de esas reverencias que hacen a esta procesión tan entrañable y tan nuestra.
Pero, por fortuna, los pronósticos no se cumplieron y a las diez y media de la mañana, por primera vez desde la ermita, el alma y el corazón de este pueblo, empezaba el desfile procesional que ponía el broche de oro a nuestra Semana Santa.
Antes, como ya viene siendo habitual por parte de la Hermandad, doña Francisca Fernández de Pedro, recibió los atributos de Capataz del Resucitado, algo que, según la homenajeada, le hizo “vivir uno de los días más grandes de mi vida”. Loable iniciativa que está haciendo que cada año célebres personalidades vayan conociendo y divulgando los encantos de esta procesión y de este pueblo.
En un recorrido desconocido hasta ahora, las diferentes hermandades van discurriendo por la calle Médico Gómez y acabada esta, ya comienzan a ir entrando en una Plaza Vieja repleta de gente que había ahuyentado el temor a la lluvia, aunque el cielo seguía teñido de gris, un gris pascual pero gris al fin y al cabo.
El Ángel del Descendimiento, San Pedro, la Verónica ya sin su paño, María de Cleofás, María Magdalena y San Juan, el discípulo amado, van ocupando sus lugares buscándose un hueco entre la multitud que llenaba este entorno, esta Plaza que parece diseñada para esta procesión, como si nuestros antepasados al irla configurando y edificando en ella, hubieran tenido en mente el desarrollo de esta procesión, seña de identidad de este pueblo.
El cielo seguía encapotado y gris. Pero he aquí que la Virgen del Amor Hermoso empieza a entrar en la plaza y, en unos pocos momentos, el color del cielo cambia por completo y se convierte en un azul radiante, ese azul que es el color obligatorio para enmarcar estos dos Domingos tan especiales en el calendario como son el de Ramos y el de Resurrección.
Se van difuminando los sonidos de los últimos tambores, se produce la primera reverencia y sube al cielo la primera paloma y la emoción empieza a ir creciendo en los miles de personas que en la Plaza y calles adyacentes contemplan el entrañable discurrir de la Virgen aún con su manto negro. Esa Virgen del Amor Hermoso de Sánchez Lozano que nos trae al recuerdo a don Pedro García Carrillo, a quien tanto debe la Semana Santa abaranera.
La Virgen avanza y llega el momento de la segunda reverencia y dos palomas emprenden vuelo al cielo ya azul. Y un silencio profundo y sobrecogedor, un silencio hondo y expectante se escucha en toda la plaza, parece un milagro, miles de personas congregadas, apretujadas en un entorno tan pequeño y nadie osa romper este silencio…. algo que impresiona y emociona.
Pero ese silencio se rompe y se transforma en gritos y aplausos cuando, a las doce y diez minutos, se chocan los dos tronos protagonistas del día y la Virgen y su Hijo ya resucitado se encuentran en este Abarán que ha vivido una semana intensa y llena de contenido.
Todos, abaraneros y forasteros, que son muchos, al unísono sienten la alegría del momento y vibran con un solo sentimiento al igual que cuando, también apretujados en el atrio, asistimos a la salida de las imágenes del Niño que llenan cada seis de enero.
Son momentos que nos unen, que nos emocionan, que nos alegran, que nos hacen sentirnos más cercanos, más próximos, más orgullosos de ser, de estar y de vivir en este rincón del Valle.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
Vídeo de la Procesión del Encuentro 2025 en Abarán:
Y aquí puedes ver otra visión de la procesión del Encuentro con varios momentos clave:
