Son algo más de las doce de un 29 de septiembre y aún resuena en mis oídos el sonido de la campanica de la ermita que acompañaba a la recogida de nuestros Patronos a su refugio durante el año. Es un día muy grande en Abarán o, al menos, debe serlo pues esta procesión es uno de los actos centrales de la feria. Desde hace lustros estoy solicitando que este día sea festivo, al menos para los colegios, pero no lo consigo, aunque ha sido un buen detalle el que algunos grupos del colegio Fahuaran estuvieran en la ermita al llegar los Santos.
Esta procesión siempre viene precedida de varios interrogantes: ¿habrá anderos suficientes? ¿habrá bastantes músicos?. Pero, por fortuna, siempre los hay, porque Cosme Y Damián hacen cada año ese pequeño “milagro” en un día laborable.
Al acabar la procesión, oigo el mensaje que me ha enviado Amalia Gómez que la ha seguido en directo desde Sevilla como todos los cultos, gracias a los recursos técnicos de Pepe Cano, y que se ha emocionado también a tantos kilómetros de distancia de ver la alegría y la fuerza con la que eran subidos a su ermita los Patronos, que, según dice ella, “pueden con el pasado, con el presente y con el futuro”.
Esta procesión cierra un triduo que en Abarán está consagrado desde hace decenios: Santos Médicos (27), Virgen del Oro (28) y San Miguel (29), un ciclo con un gran significado, tradición y sentido espiritual, ciclo que este año no se ha completado al faltar la misa de la Virgen, trasladada al domingo pero que hay que recuperar.
Si a ello unimos al aplazamiento de la procesión del 26, en una decisión que, aunque tal vez fue precipitada, fue comprensible dada la situación meteorológica y tomada con la mejor voluntad, convendremos en que hay cosas que el año que viene deben y van a salir mejor, pues no podemos olvidar que el culto a San Cosme y San Damián es la razón de ser de estas fiestas. “Abarán sin los Santos Médicos sería otra cosa” me dice también Amalia.
Unas fiestas en las que no podemos perder el sabor a pueblo, en las que son muy vistosos los grandes eventos (gigantes, carrozas, pregón, coronación, verbenas con grandes orquestas,…) pero en las que hay que cuidar detalles que mantienen el sabor a pueblo. Y hay que tener en cuenta que la feria de un pueblo se basa en pólvora y música. Y el protagonismo del cohete y de la banda de música no debe faltar si queremos no perder el sabor entrañable de estos días.
Pero hay que reconocer que los detalles pequeños a veces se cuidan poco. Es muy importante el castillo, cada año hay que felicitar al Bendito por su superación, pero es tan importante escuchar por la mañana temprano unos cohetes que nos anuncian que estamos en feria y cuyo precio es de 15 euros la docena, según creo. No sé si hemos escuchado 8 ó 10 cohetes desde el día 26. Como tampoco hemos escuchado el volteo de campanas prácticamente ningún día y eso es gratis, solo hay que darle a un botón.
Son cosas baratas y sencillas pero en las que muy pocos nos fijamos y la verdad es que no sé si merece la pena seguir batallando o rendirnos. Si no decidimos rendirnos, vamos a intentar seguir con nuestra tozudez, la mía y la de bastantes otros y otras, que queremos que lo nuestro no se diluya y, para el año que viene, nos encargaremos de cohetes y campanas. Si en Ojós, con 500 habitantes, el pueblo costea cientos de docenas de cohetes, nosotros nos vamos a conformar con muchos menos.
A pesar de todo, hemos vivido muy buenos momentos en estos días, hemos disfrutado de grandes y masivos festejos, y aún nos queda vivir la fiesta del color y la sonrisa, que es la Batalla de Flores, felizmente recuperada, como la brillante noche de la coronación, aunque, sin darnos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos oiremos el sonido más tremendo y más triste del año y, tras él, comenzará el invierno en Abarán, aunque haga mucho calor y los meteorólogos se empeñen en decir que no, ¿qué saben ellos?.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
