El investigador ciezano, Pascual Santos López, ofreció este pasado jueves en la Biblioteca Municipal D. José Vargas Gómez de Abarán, una interesante conferencia sobre la figura de Bernardo H. Brunton, un pionero en la industrialización de la Región de Murcia, incluida en la exposición «Huellas de la Europeización de la Región de Murcia» que podrá visitarse en el Edificio CIMA hasta el próximo 23 de marzo.
En lo que puede considerarse como la última parte de este ciclo de conferencias dedicadas a este ingeniero británico, que recaló en Cieza, donde llegó en 1896 para dirigir la instalación de la Fábrica de la Luz San Antonio del Menjú, Santos dijo lo siguiente:
Sabemos que Brunton vino a instalar la central eléctrica del Menjú en 1896 con 24 años, pero ¿por qué se quedó aquí?, aparte de que encontrara a su esposa Carmen Trigueros, ¿realmente la Región de Murcia ofrecía oportunidades de negocio para que un joven ingeniero industrial se afincara en nuestra comarca? Responderemos a esta pregunta analizando el contexto de la situación industrial y económica de nuestra región a finales del siglo XIX.
A partir de 1840 se inicia una verdadera “fiebre minera” que realiza un efecto llamada de capitales. Este dinamismo se propaga a otros sectores como el textil, agrícola, alimentario, vidrio y construcción. A la provincia de Murcia acuden los técnicos más cualificados y mejor preparados.
Existen numerosas industrias auxiliares como la fundición, fábrica de camas y maquinaria de Francisco Peña Vaquero en Murcia, de la que todavía queda en pie la bella fachada en el Barrio del Carmen, y la Primitiva Murciana, fundición y taller de construcción de maquinaria de la familia Monzó en Murcia.
En el sector de la electrificación también se aprecia un gran dinamismo e inversión nacional y extranjera entre la última década del siglo XIX y la primera del XX.
Después de acabar la ingeniería, Brunton empezó a trabajar para la Crompton & Co. Empresa con la que Juan Marín contrataría el generador eléctrico que Brunton instaló en 1896 en el Menjú, propiedad de Juan Marín.
La primera prueba del alumbrado tuvo lugar el 2 de marzo de 1896. Tras el éxito de la prueba, se llevaría a cabo el alumbrado público de Cieza y Abarán, que se iría ampliando progresivamente.
En 1898 Brunton con 26 años formaba dos sociedades con el abogado Juan Marín y José Grau Barceló. La primera de ellas fue la sociedad regular colectiva, titulada “Marín, Brunton y Grau, SRC”, para la explotación del majado de espartos y fabricación de todo tipo de manufacturas de esta fibra. La segunda “Marín, Brunton, Grau y Compañía, SRC”, fue constituida el mismo día y su objeto era la fabricación de tejidos de lana y algodón de todas clases.
En 1898 Brunton funda también su taller de construcción de maquinaria de todo tipo, ajuste y fundición. Se dedica sobre todo a la mecanización de la industria espartera.
Además de maquinaria industrial también fabricaba infraestructuras y fue taller de automoción, concesionario de la Ford.
Brunton también fue fabricante de esencias durante al menos 10 años entre 1905 y 1915 y dio trabajo en la comarca a unos 300 obreros en épocas de crisis.
Además, registró seis patentes sobre esparto entre 1909 y 1917, las primeras de entre las 100 que se registraron en Cieza, Abarán y Blanca, en un periodo que va desde 1909 hasta 1973. Sus patentes se dedicaron tanto a los procedimientos de hilatura mecánica del esparto como a mejorar el majado mecánico. Fue un avanzado a su tiempo porque en los años 60 se impusieron las máquinas de cilindros, que llamaban la lona.
En 1913 Brunton y Luis Anaya, con la participación de accionistas catalanes fundaron la sociedad “Manufacturas Mecánicas de Esparto, S. A.” cuyo domicilio social estaba en Barcelona y el centro fabril en Cieza. Contó con una excelente mecanización de la industrialización del esparto, llegando a la obtención de hilo mecánico.
En 1917 funda Buitrago y Compañía, SRC con Diego Buitrago Guirao, cuyo objeto era la acuñación y fundición de medallas y demás objetos similares. Duraría solo dos años.
En 1913 Brunton y Anaya también formaron la Sociedad Mercantil Regular Colectiva Brunton y Anaya, cuyo objeto era la explotación de patentes industriales. El mismo año que patentaron conjuntamente “Una caja repartidora de un cierto número de monedas con intervalos de tiempo determinados”, un cajero automático con forma de caja de caudales que contenía una serie de tubos verticales de diferentes diámetros donde se alojaban las monedas del sueldo mensual o quincenal y que, gracias a un reloj despertador, a la hora designada, se descorría un cerrojo y se podía deslizar una placa corrediza que contenía las monedas para el gasto diario de la casa o del pequeño comercio. Con este invento pretendían favorecer el ahorro familiar.
El 26 de junio de 1913 también registraron la marca Autocajero, justo tres meses después de haber patentado el cajero automático.
El “ambicioso” fin del cajero es recogido en la patente por los propios inventores: «Con este invento se evitará la ruina, la destrucción de la familia y la corrupción de la sociedad. Además, el uso de esta caja educará a las generaciones futuras enseñándoles el camino del ahorro, principal elemento de las familias y de los pueblos que quieren llegar a ser grandes».
Su idea era comercializarlo a gran escala, tal como queda acreditado en los cientos de placas que acuñaron para ser adosadas a los aparatos donde figura que tienen “solicitadas patentes en todos los principales Países del Mundo”. El concesionario exclusivo para España era Matths Gruber.
Otra prueba de que intentaron comercializarlo a gran escala y de que le dieron publicidad es que han aparecido cuatro postales, propiedad de la familia Anaya, con las fotos de un cajero renovado, más moderno y con un diseño diferente, que en la actualidad llamaríamos vintage.
Al término, los concejales de Cultura, Felipe García; Mujer e Igualdad, Leticia Yelo, y Política Social, Adrián Carrillo, hicieron entrega tanto a Pacual Santos como a Manuela Caballero, que impartió la primera charla sobre este ingenioso personaje, de un volumen de la publicación «Abarán imagen y recuerdo».