Como cada 18 de diciembre, este viernes la Virgen de la Esperanza presidió la misa de las 7 de la tarde que tuvo lugar en la parroquia de San Juan Bautista, aunque en esta ocasión los fieles no pudieron llevar a cabo el tradicional besamanos por la pandemia del coronavirus.
El acto estuvo organizado por la Hermandad Siervas de María y sirvió igualmente para rendir un merecido homenaje a título póstumo a José Morcillo Molina, miembro de la hermandad, fallecido el pasado mes de mayo.
Y es que tal y como dijo José Enrique Carrasco, vicepresidente de la cofradía en su discurso, Morcillo, como todos le conocían, «era una persona sencilla, que nunca levantó un dique en el camino, cuya pasión era llevar, cada año, a su virgen pero también hacerlo en un distendido clima de amistad y, sobre todo, respeto y cercanía».
En otro momento de su alocución, José Enrique, refiriendose al homenajeado, destacó que «justo no sería pasar por alto nuestra benevolencia para con él, ya que gozaba, como todos sabéis, de pasaporte blanqueño y encima, ni por asomo, pequeño pero que con su alegría, humor, fidelidad y trabajo pronto adoptamos, como algo más que nuestro, concediéndole así la doble nacionalidad y gozando sin condiciones de todos los privilegios que junto a él, y cada Semana Santa sentimos, disfrutamos y vivimos».
Antes de terminar expresó un deseo común de todos los integrantes de la hermandad, que no es otro que «cuando la edad así lo permita, contar con su pequeño entre nosotros, recogiendo así el legado y pasaporte más que amortizado que su padre, con su imborrable sonrisa, aquí nos ha dejado» aseveró.
La viuda de José Morcillo Molina, recogió una placa conmemorativa del acto con la imagen de la Virgen de la Esperanza.
