Extracto del Pregón de Semana Santa de Pedro Peinado Rocamora.
No me lo creo, no me lo creo, no me lo creo, ¿es una alucinación? ¿es mi hijo pequeño, saliendo del callejón?
¿Aquí que va a pasar, que está ocurriendo?
Yo te lo cuento María, que esto va en serio, los mantos que a mí han traído son tres, no son dos, uno lo lleva Juan, otro lo cogió Pedro y tú llevas el tercero para dejarlo caer y que lo recoja un andero.
Tres mantos sin un cuerpo, tres días de su entierro, tres veces lo negaron, tres caídas, tres cruceros, tres reyes adorando al que ha bajado a los infiernos.
Vamos a por otras tres, vamos despacio y corriendo, vamos de una en una, vamos que el manto está cayendo.
Vamos por las tres, ya verás la diferencia, que es mucho más que dos, lo que aquí llamamos reverencia.
Vamos con la primera, quietos los de atrás, los de delante la vara al suelo, tira del manto ya, tira del manto negro.
Ya vuela una paloma, los ojos la siguen atentos, anunciando con su vuelo que bajo el cielo de Abarán, el manto está cayendo, y aquí que no llueve ná, hoy tenemos un invento, desde todos los balcones, pétalos, están lloviendo.
Ve mirando al callejón, viene de frente y ‘curao’, sin clavos ni ‘amarrao’, ya no le verás de espaldas, si lo miras bien ‘mirao’, brilla como las esmeraldas, y aunque no sea andaluz, te digo lo que todos piensan, Madre del Amor Hermoso, que guapa vas, que bien te sienta, esa sonrisa, y esos rizos negros, que al moverse van sembrando en toda la plaza llena, mil semillas de ilusión, que ipso facto yo trasplanto, de tu melena a mi corazón.
Esa melena movida, que esplendida se ve con el sol del mediodía.
Y de tanto injertar, el murmullo va brotando, con tu lento avanzar un pasillo vas creando, si miras a la derecha verás a Juan de blanco, con el cuerpo inclinadoo, como siempre a tu lado, sea riendo o llorando.
Callar todos por Dios, «callarse» un momento, que cerca está de caer que el manto está cayendo.
Vamos con la segunda, quietos lo de atrás, los de delante la vara al suelo, tira del manto ya, tira del manto negro, dos manchas blancas al aire, las que se escapan volando, una se queda en el cable, la otra se sigue elevando, y subiendo va el rumor del pueblo abaranero, impaciente de esperar por ver tu manto nuevo.
Cuando mires hacia atrás, si te giras un momento, verás la cuesta a reventar, queriendo verte bailar, después de tanto lamento.
Atienden como están, ya removiendo el cuerpo, la de Magdala y la de Cleofás, esperando vuestro encuentro.
Tambores desbocaos, cada zagal como le da la gana, el alboroto es total, hasta el ángel mueve sus alas, a ver quien es hoy el valiente que lo para.
Guapa te grita una cría, ‘puñao’ de flores la zagala, en la calle ‘apretaos’ empujones sin manía, que nadie se vaya a quejar que hoy no es ese día.
Y vamos por la tercera, todos preparados, quietos los de atrás, los de ‘alante’ la vara al suelo, tira del manto ya, tira del manto negro.
El redoble suena ahora anárquico y sin acento, una trompeta anuncia ya que a tu hijo estás viendo, bombos y tambores, sin ritmo van tocando y la gente de puntillas, tu manto están mirando, pero que ‘cerquica’ que estáis ya ¿estos zagales que están haciendo? que se caiga el manto ahora, que yo me estoy muriendo, el corazón se me sale del pecho, ya no hay nadie en silencio, aquí se va a liar, como no lo quiten corriendo.
Ahora es nuestro momento, que todos nos miren atentos, de reverencia estamos hechos, los anderos de la Virgen solo viven para esto.
Quietos los de atrás, los de ‘alante’ la vara al suelo, tira del manto ya, tira del manto negro, tira del manto ya, fuera ese manto negro, que todo el pueblo lo está viviendo.
Una, dos y tres, y el manto cae al suelo, y cobra sentido todo, al blanco desde el negro, de golpe se aclara el mundo, cambiando infierno por cielo.
Cien palomas van pintando de mil colores el viento, que recorre racheado el momento acelerado, que inmortalizan el encuentro.
Y en su pausa levosa, tatúa en cada pupila, el instante certero cuando la plaza ilumina, la capa oscura cayendo por su cintura, y enciende la llama en júbilo desbordada, del corazón reparado, viendo su hijo amado, caminando sonriente, rodeado de tanta gente, que en volandas lo elevan, para que sus caras gozosas al fin se puedan tocar, haciendo verso estas prosas.
Debajo la algarabía, toda la plaza aplaudiendo, los ojos deben girar a la izquierda del ayuntamiento, ya empieza San Pedro, despejad los alrededores, que nadie ha visto bailar como bailan los pescadores.
Y los romanos arrepentidos girando como un reloj, también soís bienvenidos, id haciendo el caracol.
Pero nene, donde vas, Jesusico ¿por qué sales corriendo?
Cada domingo que llega, nada más a resucitar, me sale a la carrera, roza su trono mi anda y me lanza una sonrisa, esa risa canalla abraza un guiño, mamá perdóname, esto ya lo sabías desde que yo era un niño.
Y sigue y me dice que todo está ‘consumao’ como dicen las escrituras, madre vente a mi ‘lao’ que subamos a las alturas.
Y de la plaza me despido, como en las casas le dicen al niño, el año que viene más, que Dios lo quiera, como el año ‘pasao’ lo quiso.
Voy dejando detrás esos vítores graciosos y la muerte ‘derrotá’.
Que domingo más hermoso, adoquín ‘salpicao’ de flores, de pétalos esparcidos, fin del ajetreo. El atrio vuelve a cambiar al estado habitual, en sosiego ‘aletargao’ hasta que otra luna judía, traiga a Jesús amarrao.
