El domingo, día 11 de junio, tuvo lugar en Abarán la celebración del Corpus Christi con la Santa Misa a las 19:00 horas en la parroquia de San Juan Bautista para después realizar la Solemne procesión del Santísimo hasta la parroquia de San Pablo donde se oficia la bendición.
La ceremonia concelebrada por de los párrocos de San Juan Bautista, D. Felipe Tomás y de San Pablo, D. Miguel Ángel Saorín, contó también con la participación de todos los estandartes de las diferentes Hermandades del municipio, los niños y niñas de Abarán que han tomado este año la Primera Comunión, la Reina y Damas de las Fiestas y las autoridades locales. El cortejo lo cerraba los sones de la Banda de Música de la Agrupación Musical Santa Cecilia.
Esta festividad, perteneciente a la Iglesia católica, tiene como objetivo principal celebrar la Eucaristía y fortalecer la fe en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Se celebra el jueves después de la solemnidad de la Santísima Trinidad, que a su vez tiene lugar el domingo siguiente a Pentecostés. En resumen, el Corpus Christi se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección.
Según la creencia católica, esta celebración conmemora la institución de la Eucaristía durante la Última Cena en el Jueves Santo, cuando Jesús convirtió el pan y el vino en su cuerpo. Por lo tanto, en la actualidad se realizan misas y liturgias de consagración del pan (Hostia) y el vino, que simbolizan el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
La festividad del Corpus Christi fue celebrada por primera vez en 1246, cuando la religiosa Juliana de Cornillon propuso la idea de honrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo presentes en la Eucaristía.
En España, en 1989, la Solemnidad del Corpus Christi se trasladó al domingo siguiente en el calendario para adaptarse al horario laboral. Sin embargo, en ciudades como Toledo, Sevilla o Granada, donde la celebración estaba profundamente arraigada, se mantuvo la tradición de celebrarla el jueves.
En el siglo XIII, el sacerdote alemán Pedro de Praga, durante una peregrinación a Roma, hizo una parada en la ciudad italiana de Bolsena. Aunque era un sacerdote piadoso, en ese momento dudaba de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Durante la celebración de la Misa cerca de la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, la Hostia consagrada comenzó a sangrar y salpicó sus manos, el altar y el corporal.
