No. No todos los jóvenes se han dejado llevar por este ambiente de secularización que nos envuelve. No todos se han olvidado de Dios. No todos han abandonado la Iglesia.
Aún quedan muchos que nadan contra corriente, pero que no se dejan vencer y, entre ellos, está Claudia Delgado Montiel que, a sus 20 años, siente y propaga una fe profunda y bien arraigada, que “está colaborando en la parroquia desde el seno materno y que es un orgullo para los que la conocen”, como afirmó su amiga Andrea en la presentación, tras saludar a las autoridades municipales y a los miembros de la Junta de Hermandades y a todos los asistentes.
Con una escenografía muy bien cuidada, con el templo de San Pablo casi a oscuras, con los sones del grupo Siloé acompañando sus palabras, Claudia leyó, o mejor, sintió un pregón que era algo más que una sucesión de palabras y frases bien engarzadas, era reflexión, canción, meditación, rememoración…y que, por ello, llegó al corazón de todos los que llenábamos la iglesia.
Fue desgranando el sentido de la cuaresma como preparación para la vigilia pascual, que ella vive intensamente. Una preparación que va más allá de las túnicas o los tronos o las flores, es una preparación del alma y el corazón.
Nos dejó muchos interrogantes para la meditación: “si no entiendo la dimensión del amor de Dios, ¿cómo voy a poner mi esperanza en la resurrección?”.
Definió la cuaresma como “cuarenta días en que Cristo quita la ceguera del alma”.
Rememoró los pequeños sacrificios cuaresmales de la niñez, que exigen, ya en la madurez, un cambio radical en la vida.
Reconociéndose como mujer samaritana, por la pertenencia a esta Hermandad, se mostró también sedienta de esa agua que sacia y que calma la sed para siempre.
No podía falta la referencia a la Virgen, ayuda en la dificultad, y también a María Magdalena, la primera testigo de la resurrección.
Al final, hizo una llamada a los cofrades que son los responsables de unir fe y tradición, pues ambas deben ir de la mano y están obligados a salir a la calle para llenarlas de color, de esperanza, de alegría, pues no hay que tener miedo de ser testigos de Cristo y su resurrección.
Todos estos pensamientos y muchos más, en los que se intercalaba la música del grupo Siloé, que tanto hace por difundir a Cristo desde el canto, nos hicieron vivir un rato realmente inigualable que nos hizo elevarnos a la trascendencia y despojarnos por un tiempo del polvo del camino.
Y todo ello gracias a una joven, de ciencia y de iglesia, de formación científica, nada menos que estudiante de Física y Matemáticas, pero a la que la ciencia no la ha alejado de Dios, al igual que no la han alejado el ambiente y los riesgos a que nos enfrentamos cotidianamente en la vivencia de la fe.
Magnífica iniciativa esta del pregón juvenil, que nace del nuevo sacerdote que está revitalizando, y de qué manera, la vida de esta parroquia y que, como dijo en su intervención, nos llama a “intentar alcanzar todo lo bueno que Dios nos regala”.
