Define el Diccionario de la Real Academia la palabra “inquietud” como «inclinación del ánimo hacia algo,en especial en el campo de la estética”. Pues si algún adjetivo viene bien para definir a Antonio “el cura” es el de “inquieto”, es decir, persona que quiere aprender más cada día, que no se conforma con dedicar su vida a su trabajo y a su familia, sino que aspira a más.
Y, cuando al alborear cada mañana se dirige a su trabajo en el campo, si hay un amanecer de esos que enamoran por su tonalidad, toma su cámara de fotos y se embebe de esa luz y la deja plasmada en imágenes de gran calidad que luego reúne para montar exposiciones realmente dignas de ver.
Y después coge su tijera de podar o su azada o cualquier otro utensilio y comienza sus labores agrícolas y también en estas tareas quiere cada día aprender más y perfeccionar la escarda o la fumigación o los sistemas de riego.
Y, cuando acaba su ardua tarea en el campo, se enfrenta con el papel en blanco y empieza a emborronarlo de versos nacidos de todos los sentimientos, emociones y sueños que ha ido acumulando durante el día y no concilia el sueño hasta que no ha parido un poema.
Por ello, no es Antonio un hombre lineal sino todo lo contrario, un hombre “multiusos” podríamos decir, pues fotografía, cultiva, escarda, riega, poetiza….y, además, sabe hacer amigos y cuidarlos y la masiva asistencia al acto de la presentación de su último libro fue una buena demostración.
Y todo ello, sin haber estudiado una carrera ni haber cursado siquiera el bachillerato. Como tampoco lo cursó Miguel Hernández, a quien dedica un poema lleno de reconocimiento y admiración en el que, entre otras cosas, le dice: “Tu cuerpo nunca será tierra”. Y es que, al igual que Miguel pasaba el día en el campo pastoreando ovejas, Antonio lo pasa cuidando su finca entre árboles, hierbas y flores. Pero los dos necesitan vaciarse en versos.
Sin intentar hacer un trabajo de crítico literario, se puede definir la poesía de nuestro paisano como fresca y cercana, como bien lo hace Juan Carlos Borreguero en su maravilloso prólogo.
Realmente son versos que despiden frescura, pues nacen de la sinceridad de sus sentimientos, sin más filtro que su propio gusto, que hace que los deseche o los conserve para compartirlos con los lectores.
No hay filtros métricos, ni académicos, ni estilísticos, lo cual no quiere decir que sean los suyos unos versos ripiosos sin ninguna calidad, pues se mantienen en un nivel muy digno que, sin duda, con el paso del tiempo habrá ido perfeccionando y lo hará aún más en el futuro, pues seguro que aún nos depara su producción más poemarios en años venideros pues confiesa que todos los días escribe algún poema, ¡maravillosa ocupación!
Bajo estos versos se esconde no un hombre frío y distante, sino un hombre al que la pasión le nace en todos los poros de su cuerpo, una pasión por el amor que protagoniza con un lenguaje sugerente en muchos de sus poemas; una pasión por la naturaleza, fruto de su contacto y su enamoramiento diario con ella; una pasión por la justicia y por la libertad, clamando en ocasiones contra el hambre o las situaciones de desigualdad.
Todo esto podemos apreciarlo con la lectura del libro (o los dos libros) que en un acto realmente entrañable y emotivo se presentó en un Salón Teatro Guerrero Mendoza lleno de familiares y amigos del poeta.
Tras la acertada intervención del prologuista, se puso en juego la “chispa” de los dos protagonistas de la noche, Pepe “el Beato, como presentador del libro, y Antonio “el Cura” como el autor. Y ambos, sin acuerdo previo, recrearon las figuras cervantinas de Don Quijote y Sancho Panza, aunque en esta ocasión el de más alta estatura era el escudero y el más bajo, el hidalgo. Fue realmente una sugerente demostración de amistad, complicidad e ingenio que estuvo lejos de lo que es una presentación al uso.
Y, por si las emociones eran pocas, acabó el acto con un recuerdo emotivo a una gran amiga de Antonio Moreno, mi hermana Isa, con un video extraordinario montado por el alma de estos actos, el librero Javier Lucas.
Un video que incorporaba unos versos sentidos del poeta hacia su amiga de los que me quedo con esta profunda interrogante: “¿cuántas flores necesita un cielo?”. Una amiga que, como afirmó su hermana, de alguna manera aún sigue viva pues “nadie muere por completo mientras que se le siga recordando, pues el recuerdo no deja que esa persona a la que quisimos desaparezca para siempre”.
El acto acabó con la firma de ejemplares de este libro por parte del autor, un libro original ya en su maquetación pues realmente son dos en uno: “Vestido de versos, desnudo de besos” y “Los versos del hambre”, cada uno con su portada, una de nuestro paisano Maniso y otra del ciezano Pascual Lucas Motellón.
Un pack de poesía que invita a leerlo y a saborearlo y, si lo hacemos, podremos deleitarnos con la invocación a su madre en medio del campo:
¡Despierta, madre!
El agua de la reguera ya corre por los bancales
O, dentro de esa temática amorosa que ocupa gran parte de la obra encontramos versos tan sugerentes como este:
Como la lluvia en la hierba, eres caricia en mi cuerpo
O puede saborear uno un verso alejandrino de una construcción y sonoridad casi perfectas como este:
Soy etéreo suspiro elevándose al sol
Solo nos resta a los paisanos y amigos de este hombre inquieto, aventurero y sensible felicitarlo por su obra y animarlo a que siga reflejando con su cámara y sus palabras hechas verso lo que mira, lo que siente y lo que sueña.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
