Tenía que morir en un día muy señalado en el calendario cristiano como es el Miércoles de Ceniza, el día en que comienza la santa Cuaresma, un tiempo de oración, reflexión y penitencia, cosas todas que Antonio vivía con intensidad. Porque era, por encima de todo, un hombre de fe profunda, de creencias asentadas fuertemente dentro de él. Pero no era la suya una fe de costumbres o de tradiciones, sino una fe basada en la conversación diaria con Dios, en el estudio y en la formación cristianas, tareas a las que dedicaba gran parte de su tiempo. Pero esta fe no la reservaba solo para sí, sino que procuraba contagiarla y encenderla en los que se acercaban a él, pues tenía muy claro que el apostolado es obligación ineludible de todo cristiano. Su recorrido de formación espiritual comenzó en la Acción Católica en la que fue un miembro muy activo en los años 60 y acabó en el Opus Dei, que fue para él un medio imprescindible para vivir su fe.
Pero, además de un hombre de fe, era persona impetuosa y de carácter decidido. Nada más lejos de su ánimo la pasividad o la indolencia. Y ese ímpetu lo movió a no conformarse con su vida familiar o su trabajo profesional orientada a la exportación, sino que Antonio quiso poner también sus cualidades y valores al servicio de su pueblo y así fue alcalde durante quince años, teniendo el honor de ser el primer alcalde de la democracia y llegando a alcanzar mayorías importantes sin tener ningún partido detrás sino presentándose como independiente a partir de la segunda legislatura. Y es que, se estuviera o no de acuerdo con él, Antonio tenía madera de líder y por ello consiguió ilusionar a tanta gente con su forma de hacer y sus proyectos para el pueblo.
De mi trato y frecuentes conversaciones con él recuerdo algunas de las máximas que él repetía como “haz lo que debas aunque debas lo que hagas” y ”hay que darle trabajo al que más trabajo tiene”. Y es que era un hombre resolutivo y de una actividad que era complicado seguir a los que colaboraban con él, pues su ritmo era frenético mientras estuvo en activo.
Junto a ello, era un hombre desprendido y sólo él sabe, considerando solo su labor como alcalde, los regalos, especialmente en forma de fruta, que iba repartiendo por organismos e instituciones, por supuesto, a su costa.
Como toda persona que se dedica a la vida pública, lógicamente, tuvo aciertos y errores, pero nadie le pudo negar su entrega y la dedicación a su pueblo, dejando en segundo plano su propio negocio, algo que no es fácil de encontrar en la sociedad en que vivimos.
Ha sido la suya una vida intensa y es por ello por lo que deja atrás muchos recuerdos y vivencias en tanta gente que lo trató y lo conoció y especialmente en su familia, muy numerosa, en la que siempre intentó inculcar los firmes principios en los que él fundamentó su vida.
Amigo Antonio, descansa en paz
JOSE SIMEON CARRASCO MOLINA
